La Censura Mediática
Desde el año 1949 hasta 1957, la censura de mediática hizo posible que los Jefes de Estado de la época: Mariano Ospina, Laureano Gómez, Roberto Urdaneta y Gustavo Rojas Pinilla, de corte conservador, pudieran manejar la circulación de ideas políticas; ésta fue una estrategia de gobierno para esconder a los colombianos la difícil situación de orden público que vivía Colombia, como excusa éstos mandatarios argumentaron que tal prohibición buscaba evitar la confrontación bipartidista, sin embargo, lo que en realidad sucedía era con esta privación de la libertad de prensa evitaban que los ciudadanos desarrollaran una conciencia política por ende esto se convierte en un medio de control de la opinión pública y por ende de la circulación de ideas.
En estos años la prensa hablada y escrita estaba sujeta un arduo control por parte del Gobierno turno, causando el cierre temporal o definitivo de mucho periódicos, la información de aquellos que prevalecieron estuvo tremendamente limitada a lo que el poder deseaba publicar.
Durante el gobierno de Rojas Pinilla, las controversias de periodistas y editores con el Gobierno, mientras los primeros reclamaban sus derechos, el segundo hacia uso de la fuerzo y el autoritarismo como respuesta a sus reclamos. Uno de los primeros acontecimientos fue la detención del director del periódico El Siglo, que Rojas Pinilla calificó y tildó de traidor a la patria, logrando impedir la circulación de este diario por diez días y luego treinta, por la publicación de un reportaje que trataba de Laureano Gómez y la dejación del poder de Colombia. Luego el diario El Colombiano fue sancionado por negarse a publicar un telegrama de Ministerio de Trabajo en donde se rectificaba uno de sus editoriales, gracias a ello, éste dejo de circular un día reapareciendo al día siguiente con dicho telegrama en su primera página con el tamaño indicado por el Gobierno.


El Gobierno Militar pretendía con dichas medidas censuradoras homogenizar la opinión y evitar toda duda y cuestionamiento a su mandato, de igual forma los medios se usaron para crear una imagen benevolente del Mandatario y para justificar la toma del Poder como una situación necesario para la paz en el país. Los pronunciamientos de los editores de los periódicos del país y en general de la élite política, se convirtió en “pan de cada día”, pues Rojas Pinilla para muchos significaba el fin de la censura impuesta por los líderes de los partidos tradicionales, pero tal esperanza murió pronto cuando las medidas se volvieron cada vez más estrictas y la libertad fue cada vez más limitada, la información se convirtió en mera observación sin criterio, que hacia que las personas admirarán y aceptaran a su Jefe supremo.
Rojas Pinilla construyó para si una imagen de héroe y redentor de una nación destruida por la violencia bipartidasta, además ese control de la información reproducida por los medios obligo a que los establecimiento públicos y oficinas del gobierno colocaran su imagen en lugares visibles, hecho que sólo logró que este líder militar obtuviera mayor reconocimiento y mayor un grado de aceptación popular.
Durante el Gobierno de Rojas no solo se censuraron los medios, sino que se impedía la circulación de prensa, el comité de censura moldeaba los artículos antes de permitir su publicación, y por ende también les cambiaba el sentido y como si esto fuero poco, también se clausuraban periódicos, como fue el caso de El Tiempo. El cambiar el sentido de la comunicación, genera una incertidumbre sobre lo que se lee, donde hay una intervención de los censores oficiales, hay un cambio en la puntuación por ejemplo o una instrumentalización del lenguaje para deformar el sentido de la expresión, esto explica el sentido de muchos textos de la época, y por ello muchos parecen incoherentes inconsistentes.
La dictadura militar colombiana nos deja evidencia de que las libertades individuales dependen de el cómo se aborde en los medios os diferentes temas de opinión y pensamiento político, como aparecen en estos años los medios censurados se limitaron a satisfacer los intereses de de un grupo político que tenía intención de homogenizar la expresión indivual a favor de sus propios intereses y colectivizar de esta forma una identidad promovida por el gobierno de turno.
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El comunicado del cierre.
"Desmentir al Presidente de la República como lo ha hecho el director de EL TIEMPO y a la vez hacer falsas acusaciones es, además de irrespeto y agravio intolerables, flagrante violación a la ley penal máxime cuando se ha hecho con la intención de dar alcance internacional a lo desmentido y hacer aparecer al Presidente de la República como abusando de la generosa y cálida hospitalidad que le brindara una nación amiga. Esto último constituye también grave lesión al buen nombre del país en el extranjero".
EL TIEMPO, un superestado ?.
Poco después de volver al país, el ex presidente Eduardo Santos, propietario de EL TIEMPO, difundió un escrito sobre la clausura y criticó la opinión presidencial de considerar el diario como un "superestado".
Cierre de "El Tiempo"
En la noche del 3 de agosto de 1955, agentes de la Policía Nacional ocuparon el taller de linotipos de EL TIEMPO y, tras comprobar que el texto de un rectificación que el gobierno del teniente general Gustavo Rojas Pinilla exigía en primera página no se estaba imprimiendo, procedieron a clausurar el periódico.
Al día siguiente, el ministro de Gobierno de entonces, Lucio Pabón Núñez, le comunicó al país la decisión presidencial. Por esas circunstancias, el periódico no circuló desde el 4 de agosto de 1955 hasta el 8 de junio de 1957 cuando, caída la dictadura y despejado el camino hacia el llamado Frente Nacional, el ex presidente Eduardo Santos, su propietario, decidió reabrirlo.
En los meses previos a la clausura, EL TIEMPO ejerció todo tipo de presiones informativas y editoriales para el restablecimiento de la vida democrática en el país. Las caricaturas políticas de Aldor, Chapete y Rendón no cejaron en editorializar críticamente a Rojas Pinilla y muchas de ellas se dirigieron a enjuiciar la censura extrema contra la prensa liberal y conservadora que impedía, entre otras cosas, informar sobre la grave situación de orden público en todo el territorio colombiano, y demostrar, de paso, la ineficacia de las promesas de pacificación que habían favorecido inicialmente el llamado "golpe de opinión" de Rojas Pinilla en 1953.
Diversas circunstancias como la muerte de unos estudiantes el 8 de junio de 1954, las ansias del dictador de perpetuarse en el poder a través de una Constituyente de bolsillo y la arremetida oficial para crear sus propios canales de difusión pública, comenzaron a romper la opinión casi unánime que lo rodeaba y que había alcanzado visos de una luna de miel entre la sociedad y el régimen.
Rojas dictó varios decretos sobre injuria y calumnia, extremó la censura y reglamentó la difusión de informaciones sobre la base de un pensamiento que veía a los periódicos como una "dictadura nociva", a los reporteros como defensores de los intereses de sus patrones y al Presidente como el único y legítimo representante de la opinión pública.
Aunque las opiniones editoriales de EL TIEMPO molestaban al régimen, la chispa de la ira presidencial la prendió la postura de su director, Roberto García-Peña, frente a la impunidad de los crímenes políticos, en particular sobre el asesinato de Emilio Correa Uribe, periodista liberal de El Diario de Pereira, y su hijo Carlos. Para EL TIEMPO, esto ponía de presente, "en forma patética", que la violencia política seguía.
Los hechos fueron denunciados por García-Peña en un cable enviado al periódico El Comercio de Quito, durante la visita de Rojas Pinilla a Ecuador. La comunicación tuvo amplia resonancia y el Gobierno acusó al director de EL TIEMPO de aprovechar políticamente la muerte del periodista, ocurrida, según informó, en un accidente de tránsito. Y así lo sostuvo Rojas en una rueda de prensa en Quito.